LOS NIÑOS Y LA NOCHE

Recordando a Françoise Dolto

 

Oscar OCHOA

 

¿Las pesadillas de los niños son normales?

La psicoanalista Françoise Dolto contesta: Los terrores nocturnos son fisiológicos. Cuando el niño pasa por períodos de frustración, como los períodos edípicos (que se sitúan entre los cuatro y los siete años de edad, según el niño) llenos de dificultades para él, es imposible que no tenga algunas pesadillas. Lo importante para los padres es que ellos mismos no tengan miedo, porque hay medios para tranquilizar al niño.

Cuando aparecen, es porque la actividad del día le ha dejado al niño un estado de tensión (en realidad, esta actividad continúa durante el sueño y, como allí ya no tiene límites, toma formas estremecedoras). Cuando es pequeño, en momentos en que todo se lo lleva a la boca, las pesadillas son proyecciones de la agresividad de esa etapa (lobos, leones, etc.). Más grandecito, cuando está en sus conflictos de control de esfínteres, son proyecciones de agresividad captadora (ladrones de niños) y fálica (revólveres, fusiles, etc.) en el período que se corresponde con el Complejo de Edipo. Más tarde, en la pubertad, los temas de las pesadillas son peligro de asesinato o de violación, o de crímenes de los que es falsamente acusado, o muerte de seres queridos.

Françoise Dolto nos advierte: Lo último que se debe hacer a propósito de estas pesadillas es calificar de exagerado al niño que las cuenta. Al contrario, hay que decirle, cuando es pequeño, que todo el mundo las tiene. El mejor medio de librarse de ellas, es dejar una libreta y un lápiz a su alcance por la noche, y decirle que si se despierta con una pesadilla, encienda la luz, tome el papel y dibuje lo que le ha dado miedo. Esto constituye una actividad tranquilizadora que le permite dar un nombre y una forma a su angustia. Dibujando sus pesadillas, sostiene Dolto, las domina. También puede ser bueno que el niño las cuente y su madre las escuche sin juzgarlas. El hecho de contar es tranquilizador (muchos sueños dan sentimientos de culpabilidad), y contarlas es saber que se puede hablar de ellas.

Por ejemplo, si su hijo le dice: "Soñé que estabas muerta o que papá se murió", no se indigne, responda algo así como: "Parece que soñar que alguien está muerto es un buen signo". Y, en efecto es un buen signo, es necesario que el niño haya pasado por sueños de ausencia de sus padres para poder arreglárserlas alguna vez sin ellos.

 

La magia de la noche

Cuenta el periodista Alejandro Dolina que dormir en Flores, comuna de Buenos Aires, es una experiencia notable. "Todos sabemos que allí se sueñan cosas muy extrañas" afirma. "Los Hombres Sensibles del lugar atribuyen esta curiosidad a la responsabilidad de un Angel Gris que recorre esa parte de la ciudad".

Los Refutadores de Leyendas (una secta racionalista que existe más allá de la imaginación de Dolina) se han atrevido a negar este hecho indiscutible. Se trata, describe Dolina en su libro "Crónicas del Angel Gris", de individuos terribles, que se pasan haciéndose contar leyendas y mitos para luego demostrar su falsedad. Alguien les dice; "En Flores hay un joven que vuela. Se llama Luciano". Ellos, en lugar de mirar el cielo, se ponen a razonar implacablemente. "Los hombres no vuelan. Luciano es un hombre. Luego, Luciano no vuela". No sólo se limitan a demostrar que el mundo es razonable y científico sino que también lo desean así (éste es seguramente su mayor pecado). Sin embargo, tienen lo suyo. Pueden explicar cosas como que el miedo a la oscuridad nocturna se reconoce a menudo como una de las razones que impiden dormir a los niños. Y, para remediar este problema citan también a Françoise Dolto en que es necesario ayudar al niño a superar su miedo a la noche habituándolo a la oscuridad. Es durante el día cuando su madre tiene que hacerlo jugar a la "gallina ciega" con ella: tapándole los ojos, se recorren todas las habitaciones de la casa. Así, el niño asimilará la noche con su madre tranquilizadora. Agregan (Françoise Dolto por medio): Si necesita luz para dormirse, se le puede dejar una pequeña luz que lo tranquilice. Muy pronto el niño ya no tendrá necesidad de dejarla encendida, sabiendo que está su alcance. La presencia de un objeto animal, de una muñeca, ayuda también al niño a tranquilizarse. Con su muñeca, recrea la situación madre–hijo: se protegen mutuamente. Es un objeto de transferencia que hace que no se sienta solo.

De grandes (estos niños criados así), si se amigaron con la noche serán Hombres Sensibles que soñarán que un Ángel los acaricia con sus alas; sino otra generación de Refutadores de Leyendas soñando que están despiertos y que los ángeles no existen.

 


Publicado en Cuadernos de EDUCACIÓN & SALUD, Boletín Informativo de la Comisión Mixta Provincial de Salud y Educación, febrero 1999, N° 18.

PÁGINA INICIAL