El profesor en salud

Oscar Ochoa

 

Nos toca vivir una época en que se habla mucho del trabajo interdisciplinario, de síntesis conceptual, de enfoques no tradicionales; pero muy a menudo —demasiado a menudo, dice BOSCH— esas palabras constituyen meras declaraciones que, a su vez, encubren ideas confusas e ineficacia operativa (bosch, 1985); adoleciendo, los intentos de llevar a la práctica aquellas intenciones, la mayoría de las veces, de majestuosa superficialidad y hasta endeblez teórica.

Recordemos que TESTA, en su libro Pensar en Salud, nos dice que la ciencia verdadera consiste en ese doble movimiento que parte de lo concreto real, abstrae del mismo un objeto al que analiza en su parcialidad, lo devuelve a la realidad como un concreto pensado que se diferencia del anterior en cuanto se ha aclarado el papel del conjunto de las determinaciones que lo configuran. La rigurosidad y el valor de verdad de la ciencia están determinadas mucho más por este pasaje de lo concreto a lo abstracto y vuelta a lo concreto, que por la aplicación de lo que se conoce generalmente como el método científico. Cuando el rigor que se exige a la ciencia deja de cumplirse, esta se transforma en ideología (testa, 1989).

Cuando digo EL PROFESOR EN SALUD, quiero que se entienda exactamente eso: el papel ineludible del profesor en la salud. No estoy diciendo que debería cumplir un papel dentro de la salud, o contemplar algún aspecto de ella, digo que el ejercicio de su quehacer es salud. Este artículo pretende hacer algunas consideraciones al respecto.

A modo de ejemplo, pensemos en algo tan común (y a veces tan molesto) como las crisis. Las crisis son situaciones indeseables, pero necesarias. Podríamos definirlas como transiciones que, si bien encierran el PELIGRO de retroceder, y mayor vulnerabilidad al trastorno mental, brindan la OPORTUNIDAD de crecer, desarrollar la personalidad.

Las crisis pueden ser

·         Evolutivas.  Estas son las únicas que podemos prevenir.

·         Accidentales. Que no son prevenibles más que indirectamente, si podemos aumentar los aportes para que lo tomen al individuo en mejores condiciones para soportarlas.

 

Por CRISIS EVOLUTIVA entendemos aquella que se corresponde con una edad o época determinada, son las también llamadas crisis de crecimiento; por CRISIS ACCIDENTAL entendemos aquella que es consecuencia de un cambio imprevisto.

 Es importante señalar que la gravedad de una crisis no está en la dimensión del traumatismo que la generó sino en lo inesperado de la nueva situación. Nos encontramos en crisis, cuando nos sucede algo no pre–visto (no visto de antemano, no imaginado como posibilidad en la fantasía de futuro) o cuando las circunstancias nos colocan en un personaje que no habíamos anticipado, por ejemplo: viudo, culpable, huérfano, etcétera. Recordemos que no sólo se viaja al pasado sino al reflejo especular del pasado en el futuro. La psicología nos enseña que los recuerdos temidos resultan amenazantes no porque se refieran a hechos que han sucedido, sino porque con recuerdos se construyen las fantasías de futuro (moffatt, 1982).

El profesor es proveedor de muchos de los aportes que necesitamos para ser menos vulnerables ante las crisis, para estar mejor preparados para soportarlas. A saber:

APORTES FÍSICOS

·         Alimentación

·         Vivienda

·         Estimulación sensorial

·         Recreación/ejercicios

 

APORTES PSICOSOCIALES

·         Satisfacción de necesidades interpersonales:

·         de intercambio de amor y afecto (área de los afectos)

·         de limitación y control (área de la autoridad)

·         de participación colectiva (área de la participación)

 

APORTES SOCIO-CULTURALES

·         Costumbres

·         Valores de la cultura

·         Estructura social

 

A partir de que los aportes sean adecuados o inadecuados podrá aumentar o disminuir la vulnerabilidad del individuo.

En PREVENCIÓN PRIMARIA se previenen enfermos aumentando los sanos. La desaparición de casos nuevos es concepto comunitario. Esto no implica descuidar al individuo, sino significa más bien asumir mayor responsabilidad. Por tanto no debería interesarnos tanto la causa de enfermedad de algunos como las razones de salud de otros. El profesor tiene responsabilidad territorial, es decir, tiene en cuenta tanto al que enferma como al que no. Es responsable del territorio en que ejerce. Debería conocerlo. Debería poder responder a preguntas como ¿dónde viven?, ¿cuántos son?, ¿cómo es la pirámide social?, etcétera.

No en vano, la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud (reunida en Alma–Ata, URSS, el 12 de septiembre de 1978) en su Declaración designó como la primera de ocho actividades esenciales en Atención Primaria la educación sobre los principales problemas de salud y sobre los métodos de prevención y de lucha correspondiente.

Sin embargo, la acumulación meramente informativa se suele confundir con el aporte selectivo y eficaz que un estudiante debería, en rigor, incorporar. Olvidamos, al respecto, que la información indiscriminada no sólo no asegura sino que más bien conspira contra lo que los estudios medios tendrían que fijarse como objetivo central: proveer al alumno de los instrumentos adecuados para la compleja y ardua —pero insoslayable— disciplina que implica la tarea de pensar. Confundiendo medios con fines, los docentes equivocamos a menudo la ruta correcta y privilegiamos el qué se enseña por encima del para qué se enseña. Si persistimos en no discriminar de manera adecuada entre ambos, transitaremos en camino atentatorio contra la educación, es decir, contra aquello que, precisamente, creemos estar edificando con esmero (palacios y ferrero, 1986).

La tarea del profesor, a pesar del mismo profesor, consiste en sostener tozudamente el pasaje de la enfermedad a la salud; su mirada ordena el cambio, la transición, es el vínculo que estructura esa nueva crisis (iatrogénica) que es la cura. Cabe recordar que curar etimológicamente significa acompañar. Y es, precisamente el profesor, acompañante de gran parte de nuestra historia, privilegiado testigo de los fenómenos salud–enfermedad como inherentes al campo social, en cuya cotidianidad construimos, perdemos y recuperamos la salud.

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Publicado en Cuadernos de EDUCACIÓN & SALUD, Boletín Informativo de la Comisión Mixta Provincial de Salud y Educación, diciembre 1995, Año 1 N° 4.